jueves, 25 de noviembre de 2010

VIOLENCIA EN COLOMBIA UNA REALIDAD

La violencia y sus “causas objetivas”

Por Eduardo Posada Carbó*
La idea que relaciona los niveles de violencia con la situación económica y social del
país, advierte Mauricio Rubio, “ha sido el conductor más importante de las políticas
estatales en materia de violencia, incluyendo los actuales esfuerzos por lograr la paz”
(Crimen e impunidad, Bogotá, 1999, p. 82). En el lenguaje académico que permeó el
discurso político, esta idea se conoce como las “causas objetivas” de la violencia. Con
ella quiere expresarse que la violencia tiene un origen estructural: en la pobreza, en las
desigualdades económicas, en fin, en la falta de oportunidades – sociales, políticas o
económicas -, ofrecidas por el sistema.
El actual proceso de paz, como los anteriores desde la década de 1980, fue concebido
sobre estas premisas. En su discurso del 8 de junio de 1998, el entonces candidato a la
presidencia Andrés Pastrana, expresó que la acción del Estado se concentraría “en las
llamadas causas objetivas de la violencia: la pobreza y la inequitativa distribución de
los ingresos. Ya es hora de que Colombia cuente con una política de paz que involucre
en este propósito nacional las principales herramientas políticas y económicas con que
contamos” (Hechos de Paz, Bogotá, 1999, p. 36). Este enfoque, sin embargo, no era
novedoso. La creencia en la necesidad de combatir las “causas objetivas de la
violencia”, para lograr la paz, ha dominado en el lenguaje de los sucesivos gobiernos
colombianos, e inspirado sus respectivas políticas estatales.
Alrededor de este tema ha existido un alto grado de consenso social. Políticos de todos
los partidos, empresarios, académicos, y miembros de la Iglesia comparten el
diagnóstico. La guerrilla, por supuesto, justifica su existencia bajo este discurso, y bajo
este discurso ha definido con claridad su propuesta de paz. A la pregunta “¿Para
cuando la paz?”, uno de los líderes de las Farc respondió en El País de España: “…lo
que se está buscando en la mesa (de negociación) no son la desmovilización y la
entrega de armas, sino la solución a fondo de los problemas, social, económico y
político del país… porque la paz vendrá cuando la gente deje de aguantar hambre,
cuando tenga empleo, cuando no la maten, cuando tenga garantías para pensar
distinto” (El País, 02/03/00).
El dominio tradicional de la interpretación de la violencia colombiana como resultado
de las citadas “causas objetivas de la violencia” se encuentra ahora en entredicho.
Desde 1994, con la publicación del trabajo pionero de Fernando Gaitán (con Malcolm
Deas, Dos ensayos especulativos sobre la violencia en Colombia, Bogotá, 1994), han surgido
nuevas explicaciones alternativas al problema. Tras una revisión pormenorizada de
diversas teorías, Gaitán concluyó que ni la pobreza, ni las desigualdades, ni otras
razones estructurales podían por sí solas responder por los grados extraordinarios de
la violencia colombiana. Gaitán sugería prestar más atención a las consecuencias del
delito, al sistema judicial y a los altos grados de impunidad frente al crimen. Tras la
publicación del ensayo de Gaitán, otros trabajos han explorado de forma sistemática
esta línea revisionista – entre los que se destacan los de Armando Montenegro, Carlos
Esteban Posada, Mauricio Rubio y Alejandro Gaviria.
En un ensayo reciente Fernando Gaitán y Santiago Montenegro emprendieron “una
mirada crítica a veinte años de estudios sobre la violencia en Colombia” (Bogotá, sin
publicar, julio del 2000). En este valioso esfuerzo sintético, los autores vuelven a
subrayar las falacias de la teoría sobre las “causas objetivas de la violencia”, pero
concluyen con unas observaciones más generales. Según ellos, es necesario que los
trabajos sobre la violencia en Colombia se encuentren “firmemente respaldados en
datos empíricos”, que “resistan las pruebas del tiempo y de las comparaciones
internacionales”, y que permitan “jerarquizar las causas de la violencia”, con el fin de
poder así jerarquizar políticas y canalizar recursos hacia aquellas áreas prioritarias.
El último trabajo que he conocido sobre este tema es la investigación de Fabio Sánchez
Torres y Jairo Núñez Méndez, “Determinantes del crimen violento en un país altamento
violento: el caso colombiano” (Bogotá, mimeo, septiembre del 2000). Sus conclusiones,
tras un estudio sistemático de diversas variables en las siete principales ciudades
colombianas, vienen a reforzar las teorías revisionistas sobre el origen de la violencia.
En sus palabras, las “variables socioeconómicas como pobreza o desigualdad afectaron
muy poco el comportamiento de la tasa de homicidios”. En cambio, la explicación
“fundamental del aumento en la tasa de homicidios durante los años ochenta fue el
incremento de la actividad del narcotráfico y en menor medida el colapso del sistema
judicial”.
Va siendo hora, pues, que las políticas de paz del Estado - bajo éste o cualquier otro
gobierno -, tuviesen en cuenta los resultados de todas estas nuevas investigaciones. A
los trabajos de los investigadores colombianos se han sumado también los de expertos
extranjeros, como los ensayos de Paul Collier, que han minado aún más la credibilidad
de las “causas objetivas” para explicar los orígenes de la violencia. Un mejor
entendimiento del conflicto armado colombiano - condición básica para las
posibilidades de conquistar la paz -, debe comenzar por apreciar los errores del
diagnóstico que hasta ahora ha servido para sustentar políticas frustradas. Una
redirección de las políticas de paz del Estado, sin embargo, no será tal vez posible
mientras el clima de opinión nacional siga su camino sin advertir debidamente los
resultados de las nuevas investigaciones sobre la violencia.